Un ruiseñor paseaba por el jardín del amor,
cada rosa que tocaba iba sintiendo el calor
del pico que la besaba.
Era tanto el sentimiento
que se estremecían las flores
al beber de sus adentros
el néctar de sus amores.
Pajarillo, pajarillo,
gritaba una margarita;
se le notaba el brillo
deslumbrante en sus hojitas.
El clavel que es pinturero
le mira constantemente,
el lirio que es muy prudente
aun mirando con recelo
se nota que lo siente.
Y los colores rebosan
de esa amapola ferviente
como si fuera una fuente
donde las gotas se posan.