Cuatro caballos blancos,
cuatro caballos negros,
cuatro jinetes malos,
cuatro jinetes buenos.
Se baten por la tierra
en un temible duelo,
dos caballeros blancos
ya yacen en el suelo.
Después siguen los otros,
allí todos murieron,
esa es la única tierra
que a sus pies consiguieron.
¿Quiénes eran los malos?
¿Quiénes eran los buenos?
Ocho caballos corren
libres sin dueño,
peinándoles la crin
ya lo hace el viento.

Esta noche puedo escribirte.
Tengo un todo,
el tiempo del mundo,
y, entre risas,
enviarte este abrazo tan profundo.
Que nadie me parta el aura
en esta carta de vida
para escribir a mi Laura,
parece que está dormida.
No soy el príncipe azul
que despierta con un beso,
puedo ser ese baúl
donde me encuentre yo preso.
Pero sí eres el latido
que me hace sentir cada día,
que escuchando su sonido
recorre la carne mía.
Como si fuéramos un cuerpo
en clase de anatomía.
No somos la misma sangre,
pero sí somos la misma poesía.

Un ruiseñor paseaba por el jardín del amor,
cada rosa que tocaba iba sintiendo el calor
del pico que la besaba.
Era tanto el sentimiento
que se estremecían las flores
al beber de sus adentros
el néctar de sus amores.
Pajarillo, pajarillo,
gritaba una margarita;
se le notaba el brillo
deslumbrante en sus hojitas.
El clavel que es pinturero
le mira constantemente,
el lirio que es muy prudente
aun mirando con recelo
se nota que lo siente.
Y los colores rebosan
de esa amapola ferviente
como si fuera una fuente
donde las gotas se posan.

Tantas veces me he equivocado,
tantas veces he empezado de nuevo,
pocas veces he viajado
más allá del perfume de tu pelo.
Cuántas veces llené mis manos de sueños
y sentir que era dueño de nada,
que mi vida pasa como una bala;
prefiero decir cuatro verdades
a decir cuatro mentiras malas.
Desde niño se construyen los pilares
que de mayor llevan el peso a tus espaldas.
En el camino aprendí
a hacer juegos malabares
para sacar la sonrisa a las hadas,
a volar sin tener alas,
sin olvidar de dónde vengo.
Doy gracias por lo que soy hoy,
no sé lo que seré mañana.

Palabras de desconsuelo
que deben de consolar,
yo te acerco mi pañuelo
si acaso quieres llorar.
¿Y qué es llorar?, me pregunto
por tu mejilla rosada,
que es agua más bien salada:
pues lloremos los dos juntos,
va naciendo una cascada.
De la cueva de los ojos
donde nacen las miradas,
quieres ponerle cerrojos
a tus pestañas cerradas.
Porque no te das cuenta
que la luz de tu mirada
es la que alumbra mi estancia
y gracias a su calor
nunca existe la distancia.
Solo con estar ahí
mi cuerpo se siente vivo
por eso a ti te escribo:
donde nace la raíz,
donde muere el suspiro.

Quién no soñó con lunas de colores,
quién no soñó con tocar el sol,
quién no soñó entregar a su amada
en sus manos una flor.
Quién no vivió los pasos del camino,
quién en él sus huellas no grabó,
quién no se dio en la noche
un gran beso de amor.
Despegando los labios un suspiro
por momentos dictando la pasión,
una pausa, un pequeño respiro,
volcán en erupción.
Esos somos, mi vida,
esos somos tú y yo.

La vela se está apagando,
sueño le está entrando al alma,
hay un cuaderno en la mesa
donde nacen las palabras
donde revive el olvido
donde la verdad no calla
donde se imprime el día a día,
cada uno su batalla.
Ya se me apagan los ojos,
quizá mañana en el alba
pueda escribir otros versos
que me vengan de la nada.
En silencio cabalgando,
despertando a la mañana,
brotando en mi cabeza
como flores en sus ramas.
Pero ya es todo sosiego,
la luz se apaga,
quedando a oscuras ciego,
¡noche, descansa!

Soñemos.
Soñar es gratis, no vale dinero,
pero es súper importante,
aunque sea solo un sueño
es nuestro.
Los sueños son metas,
ilusiones incompletas,
pesadillas deseando despertar.
En otros eres el protagonista
y te va tan bien
que no quieres volver.
Pero has abierto los ojos
y se acabó.
Sí, no mires,
estás en tu cama
con tu pijama de rayas,
que no es el traje azul marino
que te quedaba tan bien,
el flamante coche de lujo
con chófer que te viene a recoger,
que toca el claxon una y otra vez,
resulta ser el telefonillo
y al otro lado tu mujer:
que le ayudes a subir la compra.
Tú te quedas pensando:
«parecía real».
Sigue soñando: es gratis.